Investigador José Rubén Morones, ejemplo de vocación científica
Redacción/SV
A sus 38 años, José Rubén Morones Ramírez obtuvo el Premio de Investigación 2020 para Científicos Jóvenes en el área de Ingeniería y Tecnología, que otorga la Academia Mexicana de Ciencias (AMC). Es el primer egresado de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) en recibir este galardón.
Cuenta con una respetable trayectoria, pero aún tiene retos por lograr: inventar una tecnología en su laboratorio que sea útil a la sociedad y acercar el talento de jóvenes científicos a la investigación.
Advierte que, si acaso hay una receta para el éxito, los ingredientes son disciplina, constancia y pasión por lo que se hace.
“Tuve la suerte de tener un entorno que propiciara mi desarrollo profesional. Hoy disfruto mucho de la investigación, descubrir nuevas tecnologías, de estar involucrado en la ciencia.
“Ahora a través de mis alumnos creamos proyectos, apoyo con el diseño de los experimentos. Me gusta guiar a mis estudiantes. Ellos son una extensión de mi trabajo como científico”, aclara Morones Ramírez, Director del Centro de Investigación en Biotecnología y Nanotecnología de la UANL.
Un día, José Rubén Morones y sus padres organizaron un road trip por la costa este de Estados Unidos -Luisiana, Austin y Florida- con el objetivo de ver opciones académicas en el área de biotecnología; las tres opciones fueron la Universidad de Texas A&M, Universidad de Texas en Austin y la Universidad de Florida.
“Me aceptaron en las tres universidades, pero me decidí por la Universidad de Texas en Austin para cursar el PhD en Ingeniería, que es considerado el programa doctoral número cinco en todo Estados Unidos.
“Ahí trabajé con mi asesor Nicholas Peppas, biomédico, en el área de Nanobiotecnología. Tenía 22 años cuando llegué a vivir en EU; por primera vez solo”, expresó José Rubén Morones Ramírez, profesor investigador de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Químicas de la UANL, SNI, Nivel II.
Junto con su asesor, el doctor Nicholas Peppas, buscaron las propiedades antimicrobianas de la plata para matar bacterias con nanopartículas de plata. En un proyecto solicitado por la empresa Peñoles.
En colaboración con el doctor Juan Bautista Kuri Flores (CINVESTAV-CDMX), empezaron a estudiar bacterias que provocan el cólera y la tifoidea, así como estafilococos que causan infecciones en la garganta para combatirlas con las nanopartículas de plata.
“El resultado fue un antibiótico muy eficiente y poco tóxico. Escribimos un artículo a dos años de haber empezado mi doctorado.
“Ese artículo se convierte en mi home run; tiene más de seis mil citas. Es uno de los artículos de nanopartículas de plata más citados en el mundo. Es el artículo referente de esa área de investigación”, dice orgulloso.
En el 2012, Morones regresó a la UANL e inició su actividad docente en la Facultad de Ciencias Químicas.
“No había tenido la experiencia de dar clases y es impresionante la cantidad de cosas que saben los alumnos. Algunos de ellos vienen conmigo a proponerme proyectos increíbles, muy innovadores. Son muy autodidactas”, reconoce.
Es tanto el interés y pasión de algunos de sus alumnos que incluso el catedrático y científico desarrolla una tecnología que podría salir al mercado de la mano de dos estudiantes de posgrado.
Los estudiantes Geovani Rosas Mejía y Luis Francisco Cepeda Morales realizan un proyecto que implica modificar una bacteria que convierte el dióxido de carbono del aire en azúcares. Este estudio impactaría al sector de bioenergéticos y proyectos sustentables.
“Tuvimos mucho éxito con esa tecnología. Nos registramos en el CREALTII (Creación de Empresas de Alto Impacto para Investigadores) y ahorita ya empezamos a diseñar el logotipo de la empresa e identificar los productos que podemos comercializar. La patente ya está en proceso.
“Mi meta es que la tecnología que desarrollo sea útil a la sociedad, que la gente se beneficie de la ciencia, del conocimiento”, insiste.
Hacer investigación no es sencillo, pero es muy satisfactorio. José Rubén Morones reconoce que tuvo la crisis existencial de la profesión. “¿Me quiero dedicar a esto?”, se cuestionó.
“Es un desafío estar reinventándome todo el tiempo. Fue una crisis, pero luego te armas de un súper equipo de trabajo, que son mis alumnos, y me convenzo más de que fue la mejor decisión: contribuir al mundo para que la humanidad viva mejor”, concluye.